jueves, 29 de octubre de 2009

Otras Navidades.

Eran los años sesenta en un pueblito pequeño de la provincia de Murcia. Se acercaba la Navidad, en muchas casas se hacia la matanza, se reunía la familia y algunos allegados, había trabajo para todos. Durante un año habían criado y engordado un cerdo, y en los primeros días de Diciembre lo mataban. Desde muy temprano en la mañana venia el matarife, Donato, al que había que pedir fecha con mucha antelación porque solo había dos en el pueblo, la casa ya era un hervidero de actividad, se hacia una gran fogata en mitad del patio que tenia que estar encendida durante todo el día, había que pelar un saco enorme de cebollas que se guisaban y luego en otro saco mil veces lavado se colgaban para que escurrieran. En esa fogata conforme pasaba la mañana se asaban trozos de carne que el matarife cortaba para los chicos y también se hacían al medio día unas suculentas migas, se freía parte de la sangre que la abuela recogía en un lebrillo cuando colgaban al cerdo y lo abrían en canal

Para los seis chicos de la casa era un día de fiesta, no paraban de entrar y salir, subir y bajar escaleras. . Durante toda la mañana, entre los mayores, corría el vino y los comentarios jocosos. Varias mujeres se encargaban de lavar las tripas. Se lavaban tres o cuatro veces con agua caliente, sal, vinagre y bicarbonato, Se cortaban los jamones y se metían en cajas de madera con mucha sal .se hacia una especie de adobo para conservar las costillas y toda la carne que no se usaba para hacer los embutidos Toda la casa olía a canela, pimienta, matalahúva,a clavo, a jolgorio. Los niños ese día y sin que sirviera de precedente estaban dispuestos a hacer todos los recados que les encomendaran.

En la cámara que era la parte mas aireada de la casa, se colgaban, morcillas, chorizos,

Longanizas, morcón, y de ahí se iban cogiendo mientras duraban. Realmente la matanza era el preámbulo de la Navidad pues pasados unos días ya se empezaban a preparar los dulces de Pascua, se oían villancicos por la radio, las casas estaban abiertas,

Se hacían verdaderas maravillas como tortas de Pascua, polvorones, empiñonados de almendra, borrachos… y que se deshacían en la boca y toda suerte de golosinas de las que las madres eran maestras, en la casa como eran mucha gente también venia Pilar….

Para ayudar, se llevaban al horno en unas tablas con los dulces y ahora si era el pueblo entero el que olía A Navidad, que era un compendio de, calor de hogar, niños en vacaciones, paz, buenos propósitos, azúcar, canela, anís, manteca, almendras, que había que pelarlas una a una.

Cuando traían los dulces del horno la abuela las escondía pero era inútil, por que era tan bondadosa que para que no tuvieran que buscar mucho las ponía siempre en el mismo sitio, en el aparador del comedor pequeño, junto a la cocina. Así ella cumplía con su deber de guardarlas para que llegaran a la Noche Buena y todos los demás con el suyo de fingir que no lo sabían y darse numerosos paseos hasta el aparador, de noche o a la hora de la siesta.

En Noche Buena se ponía una bandeja con esos dulces en el comedor grande, una botella de anís, otra de coñac, y cualquier otro licor que hubiera en la casa, entonces

venían los vecinos a cantar villancicos y para que los invitaran, y cuando se Iván los de la casa les acompañaban, con lo cual el grupo era cada vez mas numeroso y alegre,

Estas fiestas eran esperadas por todos pero entonces como ahora eran los niños los que mas las disfrutan.

Paco, el mayor de los chicos “con el que pasado el tiempo tuve algo que ver, nada, poca cosa, seis hijos, y mas de cuarenta años de matrimonio que aun dura” que era un fanático de las motos cogía todas las que le prestaban y ojos que te vieron ir.

1 comentario:

Moisés Morán dijo...

Una manera muy distinta de como se vive la navidad en la ciudad, más entrañable, más de familia.