martes, 21 de junio de 2016

Distintas infancias

de Nada más levantarse, los niños disponen de tres o cuatro programas infantiles en la televisión, pero no pueden disfrutarlos porque tienen que salir a escape para el colegio, o aún peor, para las guarderías. Chiquititos, muertitos de sueño, cuando lo que a ellos de verdad les gustaría sería, cuando se despertaran, pasarse a la cama de los papás y volver a dormirse entre los dos calentitos o muertos de calor, pero allí. Sospecho que esa es la idea que ellos tienen del Paraíso. Después, corriendo, corriendo a desayunar, a preparar la mochila acuciados por sus padres que temen llegar tarde al trabajo y que corren desaforados por la casa mientras atienden a los niños y a la vez, preparan sus cosas y se arreglan. Por la tarde, los deberes y después la madre los arrastra por toda la ciudad a clases de inglés, judo, natación, piano, guitarra, tenis… con lo cual, los niños llegan al viernes extenuados, con la casa llena de juguetes, pero sin tiempo ni ganas de usarlos. Los fines de semana hay que llevarlos a la playa, al campo, a unos grandes almacenes, a donde sea. ¿Pero son los niños o los padres los que consideran tan necesario tenerlos de la Seca a la Meca todo el día? Pregúnteles, pregúnteles si no prefieren quedarse en casa y jugar con el escalextric que le trajeron los Reyes hace casi medio año y que todavía no saben ni como funciona. Por todo esto y muchas otras cosas, que todos sabemos y que sería muy largo de enumerar y siempre sabiendo que los padres lo hacen con la mejor intención del mundo, los niños llegan a adolescentes sin conocer a sus padres y lo que es más grave sin que estos los conozcan a ellos. Piensen que ustedes no son solo los proveedores de alimentos y demás necesidades de sus hijos, eso puede serlo cualquiera. ¡Ustedes son nada más y nada menos que sus padres! ¿Qué has podido hacer que sea más importante que engendrar y criar a tus hijos? ¡Sean principalmente padres! Les propongo algo: tómense un día para ir con ellos y sus amigos de excursión al campo, pero no en el todoterreno de papá, que es el mejor de todos los todoterrenos de los amigos, sino en la guagua, incluso canten con ellos, lo van a recordar toda la vida, tírense al suelo y jueguen a lo que ellos quieran. Seguro que la empresa no irá a la quiebra porque falten un día: nadie es tan imprescindible. Olvídense de que mañana, otra vez, serán unos señores muy ocupados que cuando salgan por la tarde del trabajo se llevarán a casa una cartera con un montón de trabajo y apenas tendrás tiempo de so de pasada. Y al otro día será igual y así, sin darse cuenta se habrán perdido la mejor y más enriquecedora de las experiencias. De pronto, cuando los niños crecen y los papás quieren ser sus mejores amigos y saber a dónde y con quién van, ya no, ya no hay tiempo, eso hay que ganárselo desde pequeños, hablar con ellos todos los días, interesarse por sus pequeños problemas del tipo de “Luis me empujó hoy en el colegio”, interesarse tanto por sus cosas como por la subida de las hipotecas o qué equipo ganara la liga. Estén siempre ahí y así, cuando tengan doce o catorce años verán como lo mas natural que en la calle lo lleves cogido por los hombros. Seguirán mirándote a los ojos y sabiendo que ustedes no se van a escandalizar por lo que les cuenten porque en cierto modo, unos como padres y otros como hijos han crecido y se han hecho expertos juntos. Leí una vez unos versos de un poeta hispanoamericano, de cuyo nombre siento mucho no acordarme, en los que un padre sintiéndose alejado de su hijo al ser este adolescente decía: “me hubiera gustado tanto sentarme a charlar contigo y caminar a tu lado cómo si fuera tu amigo” Se puede, esto se lo digo yo, se puede.

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