domingo, 6 de enero de 2013

Confidencias


Como ya les dije, tengo un no se qué, que mueve a la gente a contarme cosas. Eso me pasa en todo lugar, pero sobre todo los taxistas son mis confidentes. Yo me subo al taxi, es un suponer, en Tomás Morales y antes de que llegue a las Salesianas, ya me están contando su vida y milagros. A un señor le dije: lléveme al 45 de León y Castillo, un poquito antes o un poco después, según le convenga a usted. Él calló un momento y luego me dijo: llevo más de treinta años casao y fuera muy malo si no quisiera a mi mujer, pero oiga, fuerte incordio que está mi mujer. Ella me dice: llévame al mercado y la tengo que dejar en la misma puerta, ni cuatro metros antes ni un metro después. Porque le aprieta la faja, le duelen los pies, ¡Fuerte la calor!, ¡la hora que es!. Te dije que a las once y son las y diez. ¡Oh! Fíjense Ustedes si es o no es que hace veinte años pusimos una casetilla en “Las Coloras” y todavía ella extraña la cama, no puede dormir. Pero que vamos a hacer si es que no se amaña y si alguna vez estamos allí y se relaja y hasta se sonríe (que una vez pasó) cuando yo la miro, enseguida pone cara de enfadá, que no piense yo que está disfrutando. Que bien sabe Dios que cuando ella viene, lo hace por mi. Pero como una es así de “sacrificá” y le gusta tener contentos a “toos” los demás. Fuerte cruz Señor la que hay que llevar. Pero que va a hacer si es que no “se amaña”, como su casita “pa” ella no hay “ná”. “Sentá” en su sillón, los pies estiraos y viendo lo que le echan en televisión. A ella le da igual, los conoce a “toos” con pelo y señal.
Un día pensé que si no quiere ir ella, que no vaya, pero yo si voy, faltaría más y desde entonces ya no vamos más, eso es lo que cree, porque yo todas las noches, cuando le doy la recaudación, aparto un pisquito y de cada diez días no trabajo dos.
Salgo con las claras y vuelvo a dormir, y cuando vuelvo a mi casa le doy las perrillas que tengo “ahorrás”. Eso sí, tengo que ponerme el gorro y las mangas bajas porque es más lista y más “desconfiá”. Con lo que a mi me gusta una marea baja, una “marisquiá”. O un día de pesca “metío” en el agua hasta la cintura sin pensar en “ná” y unos roncitos al soco la mar jugando a la zanga. Si pesco algo le digo: muchacha, que pasé por casa Carmelo y tenía unos pulpos y unos “burgaillos pa” hacer un arroz y me dijo: llévale a “Sionita” estos dos o tres. ¡Ah! Y me pego unas siestas en la cama grande, con las patas “estirás”, en la que ella no se amaña.
Alguna vez dice: “chacho”, la caseta aquella vamos a venderla y le digo, quieta ahí “pará”, que no pide pan ni pagamos agua ni “lectricidá” y cuando pase el tiempo se valorará. Pero eso sí, si ella me vende el chamizo me bajo del taxi y no trabajo más, me quedo con ella “sentao” en el sofá hasta que la muerte nos venga a buscar y de paso conozco a los de la tele de los que ella me habla y yo no se “ná”.

1 comentario:

pancho dijo...

Real, como la vida misma. Saludos