Sabemos que nuestros hijos han
crecido cuando ya no preguntan de donde vienen ni quieren decir a donde van.
De pronto, cuando los niños crecen y
los padres quieren ser sus amigos y saber a donde y con quien van, ya no, ya no
hay tiempo, eso hay que ganárselo desde pequeño, hablar con ellos todos los
días, interesarse por sus pequeños problemas del tipo de “Luis me empujó hoy en
el colegio”, interesarse tanto por sus cosas como por la subida de las
hipotecas o que equipo ganará la liga. Estén siempre ahí y así, cuando tengan
doce o catorce años verán como lo más natural que en la calle lo lleves cogido
por los hombros. Seguirán mirándote a los ojos y sabiendo que ustedes no se van
a escandalizar por lo que les cuente por que en cierto modo, unos como padres y
otros como hijos han crecido y se han hecho expertos juntos.
Leí una vez unos versos de un poeta
hispanoamericano, de cuyo nombre siento mucho no acordarme, en los que un
padre, sintiéndose alejado de su hijo, al ser éste adolescente, decía: “me
hubiera gustado tanto sentarme a charlar contigo y caminar a tu lado como si
fuera tu amigo, pero se que es imposible por mucho que yo lo quiera, reunir en
un momento mi otoño y tu primavera”. Pero se puede, seguro que se puede.
Los que tienen hijos pequeños aún están a tiempo
2 comentarios:
Mi pensamiento al cabo de los años se reduce a esto: De mis hijos solo quiero -y me alegro de haberlo conseguido- que sean cariñosos. Saludos
Eso mismo es lo que yo deseé y también creo haberlo logrado y que es muchísimo .
Gracias por leerme y un abrazo.
Concha
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