Hoy tengo ganas de contar cosas de mi infancia, de mi
juventud , de aquellos otros tiempos que quizás no supe valorar y disfrutar
más, de mi casa, de mis padres de mis hermanos, cuando fueron mi hoy y no mi
ayer.
Mi padre tenia una tienda de zapatos y separada de ella
por el marco de una puerta sin puerta tenia una tiendita de las de antes, de
ultramarinos, las llamaban así,
podía atenderlas las dos a la vez.
Lo llamaban
Juanito Maria y a mi madre, que era maestra ,la llamaban doña Concha.
En la tiendita había de todo. Quesos buenísimos, nunca he
vuelto a encontrar otros tan sabrosos,
Conserva de guayabas “Conchita” galletas y galletotes “Tamarán”,La
diferencia estaba en el tamaño.
Vinos y licores ,Licor cuarenta y tres, licor de plátanos, anís, ron, coñac Terry malla
dorada y poco más, ,Café, Azúcar, Judías, lentejas, Sacos de
millo que las mujeres tostaban en una especie de paelleras grandisimas que
habían en el molino de Valeron dándole vueltas con una escoba especial para ese
menester. Pan bizcochado…
Una máquina que despachaba petróleo que era el combustible que
entonces se usaba para cocinar en
unas cocinas redonditas con el depósito del petróleo debajo y malamañás para encender. Que se tupían cada dos por tres y hasta había un destupidor para subsanar este desastre cotidiano que podía hacer la elaboración de la
comida interminable. Otra máquina para despachar el aceite. Hace un par de años vi una de esas cocinas en casa de una amiga, de adorno
claro y me alegré como si hubiera visto a un familiar.Yo es que soy así de
sentimental y no lo puedo evitar, tampoco quiero.
Aparte de la alimentación, había en la tienda un simulacro de bar,una esquina del mostrador
donde se servia ron en unos vasitos que tenían una rayita roja que no se si servia
de medida o de adorno y las tapas eran
,aceitunas, queso duro que le traían a mi padre de Pajonales. Pejines que se calentaban el un plato con un poco de alcohol, manises
tostados y con cáscara. El hielo y las neveras estaban a años luz. Yo nada más que entraba, pasaba bajo el
mostrador por que era tan chica que no necesitaba levantar la tapa y me iba
derecha al barril de las
aceitunas, cogía un cucharón de madera con agujeros que allí había,lo sacaba lleno
y me las comía en un santiamén. Las prefería a cualquier golosina que también
las había.
A la hora del medio día, acudían los parroquianos y amigos a por los
piscos y a por la charla familiar,
amena y respetuosa. Mi padre que era rematao de bueno, le daba fiado a todo el mundo y luego se las veía y se las deseaba
para cobrar.
Aparte, como ya dije, estaba la única tienda de zapatos
del pueblo, y claro allí acudían todos para los zapatos de la primera comunión,
las bodas, las fiestas de San Pedro y la Candelaria, para todo. Pero a
diferencia de las zapaterías de ahora ,nadie llevaba dinero solo una libretilla
donde mi padre les apuntaba el importe de la compra y luego a esperar que
pasaran por allí a dejar algo a cuenta y ya en el peor de los casos eran mis
hermanos mayores los que aprovechando los domingos por la mañana o mejor dicho
desaprovechándolos, como decían
ellos, tenían que ir casa por casa cobrando.
Una muchacha de entonces me contó hace poco que una
víspera de la fiesta del pueblo, la Candelaria, a pesar de que en su casa le
habían dicho que ese año los cuartos eran pocos y no habría estrenos, ella que conocía el buen corazón de mi
padre se acercó por la tienda y empezó a dar vueltas mirándolo todo, hasta que
él le dijo ¿Quiere algo Esperancita?. Ocasión que aprovechó ella para contarle lo triste que estaba y lo que
le había dicho su madre. Mi padre
le sacó unos zapatos preciosos que
había en el minúsculo escaparate, ella me los describió con pelos y señales
como si los estuviera viendo y le
dijo” pruébeselos “no, no, dijo ella,
si mi madre no me deja, mientras se apresuraba a ponérselos
¿le gustan, le quedan bien? Pues lléveselos y estrene
mañana, que el año que viene no sabemos que puede pasar, y dígale a su madre
que no se apure que la libreta lo aguanta todo pero que estos son de regalo.
Tengo que decir que el padre de la chica era amigo personal de mi padre e
imprescindible a la hora de los piscos , de las charlas y de las interminables
horas de pesca que se echaban los dos
en Gando y sus alrededores.
5 comentarios:
¿Usted se acuerda si se vendía Visnú? Una leche para la cara de las mujeres. Era como polvos, pero en líquido. Se les quedaba la cara blanca.
Y Veganin, Veramón Okal y Calmante Vitaminado?
Saludos doña Concha, como verá le sigo con interés.
Historia de hace 50 años o pizco más, nostalgia a flor de piel, recuerdos de un ambiente distendido, ameno, cordial y familiar, gente buena, respetable y respetuosa, que se adptaban perfectamente al entorno y a las circunstancias, buen humor, bromas, pizcos de ron, alguna guitarra por la noche y algún lanzado que se arrancaba por folías o malagueñas.
Agradables recuerdos que nos trae Conchia de vez en cuando, con su habitual naturalidad y simpatía.
Enrique
Pancho si que me acuerdo del veramón, Okal y calmante vitaminado. Y como una barquera de Gando pasó un día al terminal su jornada pidiendo un par de okales para su padre que se asustó mucho por que casi lo coge un coche .Creían firmemente que el Okal era la panacea universal
Gracias por sus comentarios.
Primo, tus comentario llenos de cariño como siempre y de saber hacer
Concha, ¡qué recuerdos los de aquélla época! Con tus relatos nos haces retornar a un pasado lleno de nostalgia y maravillosos recuerdos. Y...¡por supuesto que recuerdo el "Okal", "Calmante vitaminado" y "Visnú", aunque éste último secaba mucho la piel. Besos.
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