martes, 22 de junio de 2010

¡Niños eso no se toca!

Yo no soy prima de Rajoy, ni me llevo un porcentaje de las conferencias y los videos de Al Gore, pero hay una cosa cierta: Tierra no hay más que una y nos va la vida, la de nuestros hijos, nietos, biznietos en conservarla. Todos hemos visto que en las mañanas festivas el campo se llena de niños y mayores que lo pisotean todo y se llevan a sus casas flores, ramas y pequeños animalitos, tipo lagartijas, que en la mayoría de los casos ni siquiera llegan a bajar de los coches, mueren antes. En algún sitio leí que “Los bosques preceden a las gentes, los desiertos las siguen” y eso, lo diga quien lo diga, es evidente y notorio. Dicen que el setenta por ciento de los incendios son provocados por la negligencia humana: paseantes que arrojan cigarrillos sin apagar o que, después de una comida en el campo, no se cuidan de apagar debidamente la fogata, cuando no son provocados directamente. Todo lo que se necesita para evitar esto es educar cívicamente a las personas, desde la cuna, si es posible, igual que se les dice que no se suban a los sofás con los zapatos, que no coman con las manos, que bajen la tapa del water, bueno este no es un buen ejemplo, porque si al que se alecciona es a un varón, no lo aprenderá en la vida. Hay que enseñarles a reciclar, a cerrar los grifos, a apagar las luces, ya se que esto parece una tontería dada la gravedad y la urgencia del problema, pero hasta para dar la vuelta al mundo hace falta un modesto primer paso. 
Que sean los políticos, los científicos, los que puedan hacer algo, los que se remanguen, se pongan manos a la obra, pero cada uno de nosotros pongamos nuestro granito de arena. No está en nuestras manos proteger la selva amazónica, como no sea participando en manifestaciones, boicoteando a empresas que contaminan en demasía y, ya de paso, a los que sabemos que explotan a niños haciéndoles trabajar como adultos y dándoles un salario de miseria, pero si podemos actuar cuidando nuestro entorno, manteniendo limpia nuestra ciudad, nuestro pueblo, creando en nuestros niños la conciencia de recoger un papel, aunque no lo hallan tirado ellos. Hace años, vi en Lanzarote como un grupo de personas, que salía de un bar, entre risas, tiraban al suelo los vasos de helados que se terminaron, y un viejito con muletas que, sin recriminarles, se levanto, los recogió y los tiro a la papelera. Yo seguí a los infractores, los puse a caer de un burro y felicité al viejito, él sonriendo me dijo: “Es que este pueblo es muy pequeño, un poco más que un patio, y si los de fuera vienen y lo empuercan, nosotros lo limpiamos porque es nuestro patio”.
No hace mucho, en la parada de la guagua, estaba a mi lado un muchacho que casi devoraba un enorme bocadillo, que yo miraba con envidia, desconsoladita, cuando terminó, dejó caer con disimulo el papel, yo lo recogí y sonriendo le dije: “Mira mi niño, se te cayó esto, allí hay una papelera”, él fue con la cabeza gacha, lo tiró, luego se puso de nuevo a mi lado, yo le palmoteé la espalda, pero no siempre pasa así, más de uno me ha contestado mal. Mis hijos me aconsejan que salga a la calle con un bate de béisbol que hay en mi casa, por si llegado el momento tengo que defenderme, porque están convencidos de que un día me darán una paliza, espero que no, pero yo, mientras tanto, seguiré haciendo lo que esté en mi mano para limpiar mi patio, nuestro patio, como me enseño el viejito de Lanzarote.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Concha, muy bueno tu artículo. Yo creo que eso ocurre en todos los pueblos de España. Yo vivo en un pueblito de Tenerife, junto frente a una pequeña plaza (ese es nuestro patio) en la cual se reúnen todas las noches un grupito de jovencitos entre 14 y 16 años, por norma general llegan sobre las diez de la noche y aparecen con cajas de pizzas y latas de cerveza, están hasta la una o dos de la madrugada, se comen las pizzas, se beben las cervezas y habiendo papeleras cada 20 metros en el contorno de la plaza, los desechos los dejan justo donde estaban, latas y cajas quedan como testigos de su presencia. Lo peor del caso es que uno de ellos es hijo de un funcionario de limpieza, que precisamente barre esa plaza.