jueves, 4 de marzo de 2010

Era un Galan

El tío Manuel era un hombre alto y fuerte, bromista, siempre había sido un galán. Conquistó a cuantas mujeres, atractivas o no, se cruzaron en su vida. Decía: “No hay mujer fea, todas tienen su encanto, su aquél”. No se casó nunca. ¿Con cuál?, si todas le parecían merecedoras de su amor y buenas madres para sus hijos. Eso era lo que más le entristecía. No tuvo hijos con ninguna para no menospreciar a las otras. Dicen que siendo muy joven pero ya aficionado a las fiestas, el abuelo decidió esperarlo una noche de sábado para saber a que hora se recogía. Llegó pasadas las cuatro de la madrugada y cuando el abuelo entró en su cuarto lo encontró empezando a desvestirse y le dijo ¿pero ahora llegas? Y él, rápido como una centella, volvió a ponerse los calcetines, y dijo “no, que vá, me estoy vistiendo para ir a misa de madrugada” pero el abuelo que era más listo que él se sentó en una silla y le dijo pues venga termina que yo también voy a ir. Oyéndolo hablar y reír parecía un chiquillo, pero el tiempo y el sol habían formado surcos en su cara y en su cuello. Su espíritu, su ánimo, permanecían intactos desde los veinte años. También era ágil e inquieto . Siempre, a cualquier hora entre risas y manotazos, estaba dispuesto a escuchar y aconsejar a los muchachos de su entorno. Fué uno de los primeros del pueblo en comprarse un coche , un Ford Taunus. En el portabultos llevaba el pionero de los minibares que hoy vemos en todos los hoteles, una caja de madera con todas las bebidas que le gustaban a él y a todas sus amistades, hielo no, eso estaba entonces a años luz, también llevaba una guitarra y un viejísimo y pequeño banco de madera y a las dos menos tres sacaba ambas cosas y acompañado de los que en ese momento fueran en el coche armaban tremendo tenderete, que entonces no se llamaba así (fue Nanino el que bautizó con ese nombre las tan frecuentes, parrandas nuestras) llevaba también en el coche, queso duro, manises, que con pan estaban buenísimos, pejines y toda suerte de comestibles que no necesitaran cocción ni hielo. Tío Manuel era el anfitrión perfecto, para las mujeres llevaba “licor 43,” anís, vino dulce, pero algunas de ellas y según en que momento no le hacían ascos a un buen buchito de ron, Pero las bebidas estrellas eran el coñac Terry malla blanca y el ron Antes de la llegada del verano, tío Manuel se juntaba con su camarilla todas las noches en La Palmita, frente a la casa de Ritita la del cura para ensayar las canciones de la playa que, como su propio nombre indica se cantaban todas las tardes en Gando durante el verano. Eran canciones del tipo de”no creas que por tu cariño me voy a morir” o “en una frágil vera mi madre espera, pensando en mi, mientras yo navegaba, pensaba en ella y pensaba en ti”o “sin novedad señora baronesa, no hay novedad señora baronesa” que continuaba luego con una verdadera letanía de tragedias que habían sucedido durante la ausencia de la citada señora baronesa, y ya para rematar la fiesta a el le gustaba cantar una que decia “a un doctor famoso yo fui a visitar más él las narices me quiso tocar y como protesté mandóme al Uruguay y entonces yo le contesté” en llegando a este punto levantaba la mano y autorizaba a todos a cantar el estribillo, “al Uruguay, voy o no voy, no voy por que temo naufragar” por que esta canción no se porque le gustaba cantarla solo, algunas de estas las cantamos todavía en nuestras reuniones familiares. En esas giras en el coche del tío Manuel iban sencillamente los que tenían que ir, en ningún momento se cuestionaban si cabían o no, con un “aquí no vamos a vivir, apretujense”estaba todo resuelto y claro no había controles de alcoholemia, sino a esos conductores les hubieran quitado los puntos de las diez generaciones futuras, pero como de todas maneras el tráfico era mínimo no había accidentes. Para las vacaciones había que hacer una serie de preparativos que si me dejan ya les contare otro día. Uno de ellos era hacerse ropa, a mi casa venia Eulalia que nos hacia los bañadores, los vestiditos, o arreglaba la ropa de los mayores para los pequeños, éramos y afortunadamente somos, seis hermanos.

3 comentarios:

Moisés Morán dijo...

Siempre contamos buenas historias.

Anónimo dijo...

Me gusta tu humor costumbrista y también cuando cuentas tus historias en vivo.
Gracias Conchi por esas historias que ya son de todos nosotros.

Anónimo dijo...

Me gusta tu humor costumbrista y también cuando cuentas tus historias en vivo.
Gracias Conchi por esas historias que ya son de todos nosotros.