miércoles, 13 de enero de 2010

¿Destino o casualidad?

Nada pasa porque sí. Esa mañana se había levantado, no digamos depresiva porque se abusa mucho de esa palabra pero si, desanimada, sin encontrar la llave del cajón donde guarda las muchas cosas que normalmente le ilusionan, desalentada por no encontrar dónde ni en quién poner esa  inquietud que todos conocemos, que todos sentimos alguna vez. Se echo a la calle temprano, sin rumbo fijo, iba sola por la acera, de pronto, sin saber de dónde, apareció una monjita de esas modernas que llevan un hábito corto y en vez de toca, un pañuelito playero en la cabeza. Al momento estaban a la misma altura y sin ningún tipo de preámbulo se pusieron a hablar. A la monjita le habían quitado un cáncer de mama en el 2008 y en verano  del 2009 se había ido a la India  a ayudar a toda esa pobre gente que carecía de todo y enumeró una por una las carencias y  enfermedades que allí encontró.. Había pasado por su enfermedad sólo con una reseña y se había extendido hasta en el detalle en los males de los demás, hablaron y hablaron. Se despidieron entrelazando las manos y mirándose a los ojos, entonces la monjita cruzo la calle en dos saltos y se subió a la guagua, diciendo adiós con la mano. La otra contestó al saludo y dando la vuelta volvió a su casa como si le hubieran puesto  unas pilas duracell, se de esas que duran y duran y duran…

1 comentario:

Moisés Morán dijo...

Las experiencias extremas que conocemos de otras personas siempre nos animan y nos dan fuerzas para tira p'lante.