lunes, 23 de noviembre de 2009

Mientras abría la puerta de su casa Adela recordaba...¿a casa de la abuela? tú estás loca, si todo el mundo sabe que allí hay fantasmas... le dijeron todos.
Era hora de irse de la casa de los padres y le parecía una tontería pagar un alquiler estando la casa vieja cerrada.
Durante unos días Adela y una amiga hicieron una limpieza a fondo, tiraron todo lo que no servía o no tenía un valor sentimental, como unos palillos para hacer encaje de bolillos que Adela no pensaba usar pero no quería deshacerse de ellos por que recordaba nítidamente como las manos de su abuela casi volaban, mientras los hacía y como contaba cosas sin parar, y como a ella le gustaba sentarse a su lado y escuchar.
Adela se trasladó a la casa vieja. La primera noche estaba muy cansada y cayó en la cama como un leño hasta el día siguiente.
Pasó una semana y Adela se reía de la historia del fantasma.
Un día mientras estaba en la cocina le pareció que el azucarero no estaba en su sitio y una de las tazas de la abuela no estaba en la vitrina como siempre, sino encima del muro. Como mujer moderna y poco fantasiosa que era, encontró rápidamente una explicación. Su madre estuvo allí, se hizo un café y se olvido de poner las cosas en su sitio pero se prometió no contárselo a nadie para que no pensaran que se estaba imaginando cosas.
Otra noche mientras leía en la cama, una sombra se recortó en el hueco de la puerta.
Se levantó de un salto y encendió todas las luces de la casa. No vio nada, se dijo... Adela no seas neurótica.
Otra vez se despertó notando frío. Pensó coger una manta del armario pero tuvo pereza. Dormitaba un rato y luego se despertaba otra vez. Así varias veces hasta que se durmió.
Por la mañana pensó ... que día tan bueno, daré un paseo por la playa ..., apartó la ropa de la cama y vio que encima de la colcha y bien remetida por debajo estaba la manta que ella había pensado coger pero que estaba segura de no haber cogido.
Volvió a mirar la manta, no, ella no era tan cuidadosa a la hora de hacer la cama, ella no había remetido aquella manta.
Fue a comprar el pan, la panadera le preguntó ... ¿qué tal en la casa, todo bien?. ...Si muy bien, solo que hace bastante frío ... ¿No tienes miedo?
No, ¿porqué lo iba a tener si la casa está en mitad del pueblo y aquí todos nos conocemos?.
Varias veces vio la sombra, después empezó a oír pasos, eran firmes y seguros. ...Son de hombre ... se dijo.
Otro día notó que la puerta de la cocina se abría para dejarle paso antes de que ella ni siquiera la tocara.
Se debatía entre unas ganas enormes de volver con sus padres o demostrar sensatez quedándose. Empezó a hacer averiguaciones entre los más viejos del lugar ¡¿fantasma de quien?
Pasada la guerra civil un grupo de guerrilleros antifranquistas llamados maquis, abandonados a su suerte, bajaron de los montes al pueblo. Las dificultades hacían imprescindible el apoyo de la población. Se metieron en la casa abandonada, los vecinos les traían comida, medicinas. Era un secreto a voces.
Esas voces llegaron al cuartel de la guardia civil. Los maquis prefirieron morir a entregarse.
Adela llegó a la conclusión que era una sombra protectora, pues aparte de la anormalidad de que un fantasma habitara su casa, ella no tenía miedo. Cada vez que llegaba a casa buscaba signos de su presencia y los encontraba.
Un día llego destrozada, a su hermana le habían detectado un tumor.
Adela pensaba en sus sobrinos, en su madre, en lo que tendrían que pasar todos. Sobre todo su hermana.
Se sentó en la cocina triste y abatida. Oyó los pasos de su fantasma, noto que rodaba y ocupaba la silla de enfrente. Poco a poco sus pensamientos cambiaban, se volvían menos pesimistas más esperanzadores. Ya no se morían todos esos enfermos, muchos se curaban.
La hermana era luchadora y valiente y eso, estaba demostrado que era muy importante a la hora de combatir la enfermedad.
Llamaron a la puerta. Abrió. Era uno de sus sobrino pequeños. Lo condujo a la cocina ... Pedro ¿quieres un vaso de leche y unas magdalenas?..., bueno...
Al entrar en la cocina el niño saludó... hola buenas tardes. ...¿Con quién hablas? ... dijo ella.
... Con él, dijo el niño señalando la silla vacía. ... ¿Por qué vas vestido tan raro? peguntó Pedro. Y empezó a reír a carcajadas. ... ¿De qué te ríes? preguntó ella.
¿No oyes lo que dice?, dijo Pedro, ...dice que es un ánima y que murió hace un montón de años...¡qué bromista es tu amigo, me gusta.¡ ...¿Cuándo vendrás otra vez?... el niño se puso triste repentinamente y ante las preguntas de su tía contesto: ...dice que se va ya con sus compañeros, que solo estaba esperando a ver un niño y oírlo reír, ya que nunca conoció al suyo que nació mientras él estaba en la guerra. Sólo quería oír reír a un niño. A uno cualquiera para poder descansar...
Adela extendió sus manos hacia la silla vacía y sintió en ellas la cálida despedida de su fantasma.

1 comentario:

Moisés Morán dijo...

Los fantasmas siempre buscan un respiradero para salir. Me gustó.