martes, 1 de noviembre de 2016

Mis queridos trastos

Admiro a las personas que son capaces de terminar una caja de galletas o bombones de esas tan bonitas con paisajes o animalitos y tirarla a la basura, o un jarrón que se rompe, o un adorno. Yo no, yo después de repetir mil veces la pena que me da la pongo en una bolsa y la guardo en el trastero. ¿ Qué sabe una si inventan un pegamento Mágico Y las bolsas de regalo y las botellas de colonia vacías tan lindas y que todas tienen algún valor sentimental . Y tengo una caja de lata llena de tachas herrumbrientas que se dejo un fontanero cuando vino a instalarme un termo hace diez y ocho o veinte años. Y el martillo sin mango, ustedes lo tiraron ?. Yo no, qué sabe una lo que puede necesitar en cualquier momento. Claro que, aquí entre nosotros, yo se que tengo un montón de trozos de cable pero el otro día lo necesite y como no tenia tiempo de buscarlo, bajé a la calle y lo compre en un momento. Si abres mi cuarto trastero las estanterías parecen un montón de sandwich de esos de varios pisos, tengo hasta duros y pesetas de papel del año de la pera, pero sin ánimo de coleccionar sino por que me los regalo mi padre cuando todavía eran moneda vigente. Tengo una cajita de nácar con los dientes de leche de mis hijos, y la primera ropita que les puse cuando nacieron, y los rosarios, los libritos y los guantes de la primera comunión y zapatos pasados de moda pero, como me los puse en acontecimientos de mi vida familiar, no los voy a tirar ahora no ?. Supongo que las personas que no son así tienen los trasteros y los garajes vacíos y ordenados pero no pueden, como yo arrastrar una banqueta una tarde de invierno y pasar allí las horas contando mis tesoros, reviviendo sus circunstancias . Siempre pienso que voy a tirar algo pero es mentira, lo guardo todo otra vez con cariño y devoción. La verdad, las personas que saben a simple vista lo que se tira o no, me parecen bastante chinchosas. Son capaces hasta de saber que cosa se pone en cada estante de la nevera y claro, lo encuentran todo nada más la abren. Yo no, pero no cambio esa rutina y esa perfección, por mis viajes sentimentales a través de fotos viejísimas, recortes de periódicos que algunas veces no se ni por que los recorté pero por algo seria, y no los voy a tirar ahora que apenas han pasado veinte años. También guardo las botitas de lana que les hizo mi amiga Pepita a mis gemelos cuando nacieron. ¿ Y las cositas que les ha dado a la gente ahora por regalar en bodas, bautizos y comuniones ?. A cual más fea y menos práctica. Pues yo de esas tengo un montón por que claro, a las celebraciones invitan a los que aprecian y tu no vas a hacer el feo de tirarlas. Los otros si, los ordenados seguro que se la dejan en la mesa de la celebración con disimulo, haciéndose los olvidadizos. Yo soy incapaz, es más, seguramente cargaré con dos o tres más para mis hijos, a sabiendas de que pasaran a ser de mi propiedad, que ellos no se los llevaran ni locos a su casa. Belenes, lo que es el nacimiento, los pastores, los reyes, tengo cuatro. Van saliendo otros más bonitos, mas ligeros pero, cómo voy a deshacerme del primer nacimiento que hice con mis hijos. Por la misma razón conservo los otros y cuando se acercan las Navidades recluto a algunos de mis hijos, ponemos todas las figuras encima de la mesa de la cocina y armados de pinceles y pinturas los restauramos todos como si de la misma Capilla Sixtina se tratara. Mis hijas me tienen amenazada con que un día vendrán a mi casa y me tirarán todas las cosas inútiles. Yo confió en que sus muchas ocupaciones se lo impidan, pero si se diera el caso me haría fuerte, como Guzmán el Bueno en la defensa de Tarifa y no me dejaré arrebatar ni uno solo de mis queridos trastos. Es más, se los pienso dejar en herencia a ver si entonces, teniendo para ellos un valor sentimental, no los tiran. Quiero que mis cosas tengan un buen hogar para su futuro. Seria mucha casualidad que el citado fontanero leyera esto, pero si lo hace que no se moleste en venir a buscarla porque en el decálogo no escrito de mi casa dice: …que cualquier objeto, cuanto más inútil y disparatado mejor, que permanezca bajo mi techo más de dos años, pasa a ser de mi exclusiva propiedad… Concepción Hernández Romero.

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