lunes, 4 de mayo de 2009

Madres e hijas

El doctor Rómulo se inclinó sobre la cama, la enferma abrió los ojos ávidamente, los tenía llenos de lágrimas, había sufrido un ataque cardiaco horas antes, agarró el brazo del médico: -¡Por favor, llame a mi hija!,vivo sola. Ella es la única familia que tengo ,por favor llámela inmediatamente- El teléfono estaba en la hoja de ingreso , llamó.
-Soy el doctor Rómulo, su madre ha sufrido un ligero ataque cardiaco –
-¡No!- gritó ella -¡no la deje morir!. Usted no comprende, mi madre y yo siempre discutimos por todo, hace un año que no nos hablamos, lo último que le dije fue “te odio” ¡Consérvela con vida por Dios! Salgo para allá ahora mismo, estaré ahí en unas horas-
¡Dios mío, haz que esta madre y su hija puedan perdonarse!
Las relaciones son a veces tan frágiles, pero pueden remendarse, dales tiempo.
Había pasado mas de una hora, sonó el indicador de parada cardiaca, corrió a la habitación, trató de reanimarla, la puerta se abrió de golpe, entraron el personal y los medios de urgencias, tubos en la boca, inyecciones, las paletas para dar el shock eléctrico al corazón, nada… nada…
Al salir del cuarto vio que el médico, que había estado tratando de reanimar a la fallecida, tenía cogida por los brazos a la que parecía ser su hija porque se derrumbaba.
El doctor Rómulo la cogió de las manos, se sentaron juntos, le dijo -¡lo siento tanto! Pero sus palabras sonaron huecas, insuficientes, incluso a él. Ella le dijo -¿Sabe doctor? Nunca la odie, la quería. Quiero verla- La acompañó hasta la cama y salió al pasillo para dejarla llorar, cuando una joven enfermera se acerco a él y le dijo -Oye ¿sabes si ya acabó la pureta con mi grabadora?- Entró corriendo, estaba encima de la mesilla de noche, la puso en marcha: “Queridísima hija, te perdono, espero que tú a mí también, siempre te he querido como tú a mí, lo sé, pero ¡nos parecíamos tanto! Éramos tan cabezotas las dos, siempre estaré a tu lado, tal vez más que antes. Cuéntamelo todo… bueno, sólo lo que quieras contarme”.
El doctor y la hija se abrazaron, ¡Gracias Dios mío, gracias!.
Esa noche el doctor llamó a sus padres sólo para decirles que los quería.

1 comentario:

Moisés Morán dijo...

Bonita historia Conchi. Cuántas veces nos perdemos en tonterías sin prestar el tiempo suficiente a lo que es verdaderamente importante. Salud